FRUSTRACIÓN/ IMPOTENCIA

 

 

“Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, casado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta [es decir, las 12:00]” (Juan 4:6).

Jesús está sentado a lado de un pozo y no puede beber. Esto es frustrante. Uno se siente impotente. Tiene calor y sed, y un poco de agua le refrescaría. ¡Qué bien le vendría! Es mediodía. El sol aprieta. No va a venir nadie a estas horas a buscar agua. Hacen esto por la mañana cuando no hace tanto calor. Así que Jesús descansa y espera. Puede ser que esté pensando en el agua y comparándolo con el Espíritu Santo. Por la conversación que sigue, se ve que lo tenía muy presente. Puede ser que pensara que el Espíritu refresca al igual que el agua. Más tarde iba a decir que hacer la voluntad de Dios le llenaba igual que la comida (v. 33, 34).

                      Jesús tenía hambre y sed, pero no se impacientaba. No se sentía frustrado, ni tenía pena de sí mismo. El hecho, es que no estaba centrado en sí mismo en absoluto, o no habría estado libre para hablar con la mujer de sus necesidades. Si hubiese estado pensando en sí mismo, habría pedido agua, habría bebido, y no habría hablado más con ella. No nos dice que la mujer le dio de beber. Parece más bien que no. Estaba tan absorbida en la conversación que dejó el cántaro y se fue al pueblo a contar lo ocurrido junto al pozo. No se acordó de sacar agua.

                      La mujer se fue y Jesús se quedó allí con su cántaro. ¿Se buscó agua? Un día se lo podemos preguntar, pero por ahora la pregunta que tenemos para Él es: ¿cómo vivir con la frustración?  ¿Cómo podemos reaccionar con calma sin dejarnos llevar por la impotencia, cuando lo que queremos está tan cerca, pero es imposible de alcanzar?

                      Cuando tienes el ordenador delante y no funciona, si el tren se va y te deja en tierra, si suspendes un examen por muy poco, un voto más y habrías ganado, intento e intento, pero no puedo. Otros toman decisiones por nosotros. Nos mandan a donde no queremos ir. No podemos resolver aquello que tanto nos interesa. En estos casos nos puede invadir una sensación de impotencia, de frustración. La solución no está en nuestras manos. No puedo tener lo que deseo.

                      Vamos a hacer lo que hizo Jesús al principio de su espera, conformarnos con lo que tenemos: un lugar para descansar al lado de un pozo. Que descansemos. Que podamos disfrutar del momento. De la calma. Pensemos en alguna asociación espiritual, en este caso, en el agua de Dios que satisface nuestra sed espiritual. Ya vendrá la mujer con el cántaro. Si tenemos calma y no nos dejamos llevar por la frustración, estaremos preparados para ministrar a otros a quienes el Señor pone en nuestro camino y, al igual que Jesús, encontraremos que esto satisface aún más que el agua que tanto deseábamos.