“Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor,… este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Esto os mando: Que os améis unos a otros” (Jn. 15:10, 12, 14, 17).

Lo que el Señor está diciendo aquí es esto: Si vamos a llegar a alguna parte en la vida cristiana, tenemos que amarnos los unos a los otros. Si no lo hacemos, no somos sus discípulos, no vamos a llevar fruto, no seremos sus amigos, y nuestras oraciones no serán contestadas. Lee este capitulo muchas veces, y verás que esto es así. Está repleto de promesas que el Señor cumplirá si hacemos nuestra parte, y nuestra parte es obedecerle, y lo que pide es que amemos a nuestros hermanos.

Pensamos equivocadamente que todo nos irá bien en la vida cristiana si tenemos la doctrina correcta. No es así. O sí vamos a la iglesia. No es así. O si somos buena gente. Tampoco. Lo más crucial para permanecer en Cristo, y así llevar fruto, es amarnos unos a otros.

Esto tiene muchas implicaciones para la vida de nuestra iglesia. No es cuestión de amar a Dios en abstracto en un culto, sino de expresar este amor para Él amando a nuestros hermanos. Si le alabamos mucho y no demostramos amor, de formas prácticas, a nuestros hermanos, esta alabanza para Dios es un ruido ofensivo: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1 Cor. 13:1).

El amor a los hermanos es conocerles, ayudarles, orar por ellos, relacionarnos con ellos, evangelizar juntos, pedir al Señor por sus hijos, enseñar y corregir a sus hijos, compartir lo que tenemos con ellos, desde dinero hasta lo que hemos recibido de la Palabra, llevar sus cargas, decirles las verdades que necesitan oír y escucharles cuando nos hacen lo mismo, recibir su ayuda en nuestras debilidades y su ánimo en nuestras pruebas, en fin, es participar con ellos en formar una comunidad de amor, una iglesia unida no sólo por la doctrina evangélica sino también, y sobre todo, por el amor a los hermanos. Esta es la manera en que Dios pide que le expresemos nuestro amor a Él. El amor a los hermanos es vital. Sin él, no podemos agradar a Dios.