“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de  Cristo… para ganar a Cristo, y ser hallado en él, …a fin de conocerle” (Fil. 3: 7-10).

En esta porción Pablo está hablando de la meta y como alcanzarla. Es importante saber cuál es la meta. Por ejemplo, en una  partida de fútbol, ¿cuál es la meta? ¿Correr mucho? ¿Saber hacer muchas cosas con la pelota? No. Es meter un gol y ganar la partida.

            ¿Cuál es la meta de la vida cristiana? ¿Ir a la iglesia? ¿Saber mucho de la Biblia? ¿Ser salvo? ¿Servir al Señor? ¿Hacer obra social? No. Es conocerle, ¡y mucho! Todos las otras cosas sólo son medios.

            ¿Qué cuesta meter goles en el fútbol? ¿Puedes estar de juerga toda la noche y meter goles el día siguiente? ¿Puedes tomar droga? ¿Puedes comer todo lo que te da la gana? ¿Puedes pasar el día viendo la tele? No. Tienes que entrenarte. Sufrir. Privarte de cosas. Disciplinarte.

        ¿Qué tienes que dejar para seguir a Cristo? Si eres joven, has de dejar de hacer lo que hacen los demás: discotecas, “salir”, el alcohol, acostarte con la novia. Para los mayores es sacrificar la vida cómoda, tu propia voluntad, el materialismo. Es sufrir con Él, en la familia, el colegio, el trabajo.

            ¿Cómo llegas a ser buen futbolista? Por medio de la disciplina y el sacrificio. ¿Cómo llegas a ser como Cristo?  Disciplina y sacrificio. Tienes que ser motivada, centrada, aplicada y tenerlo como la meta de tu vida. Luego te formas, te entrenas. ¡Vas a por la meta con todo lo que eres! Pagas el precio que sea para conocerle. Si has se sufrir, porque se burlan de ti, da igual, o porque tu familia se opone, o porque otros cristianos no te entienden, o porque se metan contigo, aguantas. Si has de renunciar muchas cosas lo haces por amor a Él, porque tu meta es conocerle, cueste lo que cueste.

 

M. Burt