“Bendice, alma mía, al Señor y bendiga todo mi ser su santo nombre” (Salmo 103:1)

Padre querido del cielo, amado Dios y bendito Padre de nuestro Señor Jesucristo, mi alma se eleva a tu presencia en el cielo para bendecirte con todas mis fuerzas por todos tus beneficios rendidos a mi persona. ¿Quién soy yo que te has designado bendecirme con tantos favores? Has perdonado todos mis pecados y los has echado en el fondo del mar, tan lejos de tu presencia como está el oriente del occidente. Has sanado lo depravado y torcido de mi ser. No me has pagado conforme a mis pecados, sino me has bendecido según tu misericordia.  Sacaste mi vida del pozo de la desesperación y pusiste un nuevo cántico en mi corazón. Me has coronado de favores y misericordias. Me has satisfecho con el agua de los pozos de tu salvación y me has enseñado a vivir sacando agua de vida de esta fuente que nunca se acaba. Me rejuveneces como el águila de tal forma que vuelo a las alturas, pero también me has enseñado a andar sin fatigarme.

  Has sido lento para la ira y grande en misericordia para conmigo. No has hecho conmigo conforme a mis iniquidades, porque como la altura de los cielos sobre la tierra has engrandecido tu misericordia sobre mí. Como un padre se compadece de sus hijos así te has compadecido de mí, porque te acuerdas que soy polvo. Mis días son como los de la hierba que hoy es y mañana ya no está, mas tu misericordia es desde la eternidad hasta la eternidad, y tu justicia sobre los hijos de los hijos. 

Has establecido tu trono en los cielos y tu reino domina sobre todos. El gobierno de tu amorosa bondad es para siempre.  Que todo lo creado bendiga tu misericordioso nombre. Que los ángeles te bendigan, poderosos en ejecutar tu palabra, obedientes a la voz de tus preceptos, ministros tuyos que hacen tu voluntad. Que todas las obras de tus manos te bendigan en todos los lugares te tu señorío. Y bendice, alma mía, al Señor. En cuanto a mí, el más alto honor de mi vida es bendecir tu nombre. Bendice, alma mía, al Señor y bendiga todo mi ser su santo nombre, ahora y para siempre. Amén.